En esta Ruta del Cobre se encuentran numerosas formas de naturaleza vegetal, animal y abstracta.
Ciertamente, es una naturaleza metálica, pero no por ello menos «natural», tan natural como lo es el arte y tan artística como la naturaleza, hecha de numerosos peces «alosa agone» lacustres de tonos azul turquesa iridiscentes y púrpura oxidado que caracterizan la tapa; de planos de aguas y de vuelos de «alburnus arborella» plateados que se lanzan al soplo de la página pasada; de cabras con rostros semíticos, mojados por la lluvia.
De tortugas que caminan lentamente por este sendero milenario, de pájaros con plumaje de soldador que pían en los cables de cobre, de gallos que esperan firmes y pavoneándose. Un búho con cuerpo de láminas azuladas y cabeza de hilos de verdín nos mira con sus órbitas vacías: podría emprender su vuelo metálico hacia la noche plomiza y dejar la página vacía…