Bellano

Lo último que se ha logrado es la calificación de «Ciudad que lee», conferida por el Ministerio de Patrimonio y Cultura.

El casco antiguo se encuentra en la orilla derecha del cono que el torrente Pioverna ha formado a lo largo de los años en el punto donde desemboca en el lago; mientras que a la izquierda se encuentra la parte más moderna del pueblo, que toma el nombre de Coltogno.

El centro histórico, caracterizado por un entramado de calles ortogonales típico del castrum romano, tiene un aspecto principalmente medieval por las calles estrechas (las «contrade»), que garantizan el frescor en verano, la gran iglesia prepositural de los Santos Jorge, Názaro y Celso, los palacios patricios con portales de piedra, patios, vestíbulos y escudos heráldicos grabados en el siglo XVIII y el gran puerto antiguo, señal de la importancia que ha tenido a lo largo del tiempo el transporte de personas y mercancías por el lago.

En Coltogno, en cambio, se encuentra la mayor parte de los servicios que ofrece la ciudad: la estación de trenes y de autobuses, el cuartel de los Carabinieri y de los bomberos, la sede del Servicio de Salvamento Bellanese y la de Protección Civil. En esta zona se encuentra la mayor parte de las construcciones modernas, ya que en el pasado solo había campos de cultivo, sobre todo de vid, gracias a la exposición sur que garantiza una excelente exposición al sol.

Detrás de la localidad, el interior se caracteriza por numerosas aldeas y núcleos antiguos más o menos poblados pero ricos en historia. En particular, cada centro cuenta con una iglesia o un oratorio, lo que convierte al territorio municipal en una verdadera constelación de campanarios. Entre los más importantes, además de la iglesia prepositural, están la iglesia de Santa Marta, en el centro histórico, que alberga un importante grupo de madera de nueve estatuas de tamaño natural que representan la deposición de Cristo y que se atribuyen al escultor Angelo del Maino y fechadas entre finales del siglo XV y principios del XVI; el santuario barroco de la Madonna delle Lacrime, en Lezzeno, que alberga un tondo de yeso que lloró lágrimas de sangre en 1688; la iglesia de los santos Rocco y Sebastián, construida para proteger a los transeúntes y contra las plagas a lo largo del Sentiero del Viandante, la antigua carretera que cruza toda la orilla oriental del lago, que hoy también sirve de santuario para los soldados caídos de Bellano de todas las guerras, y la iglesia parroquial de San Lorenzo en Vendrogno, que en su día albergó la Cofradía del Santísimo Sacramento, cuya gran sala, rica en mobiliario y decoraciones de madera, aún se conserva.

A la entrada del recinto se encuentra Ca’ del Diavol, una antigua torre de defensa que, en el imaginario colectivo, evoca temores y rituales satánicos debido a las numerosas leyendas y frescos que representan al diablo y otras figuras mitológicas.

Continuando la subida por las laderas del Monte Muggio se llega a los núcleos del antiguo municipio de Vendrogno, donde se pueden encontrar numerosos vestigios de la vida agrícola y pastoril del pasado.  Como prueba de ello, en la céntrica Via Roma se encuentra el Museo de la Leche y la Historia de Muggiasca (MUU) instalado en el interior de la antigua lechería. El conjunto de aldeas y pastos de montaña del antiguo municipio constituye la Muggiasca, una zona muy soleada por su exposición al sur, desde la que se puede admirar un amplísimo panorama que va desde el azul del lago hasta el verde de la Valsassina y el gris de la Grigna y el lejano pero reconocible macizo del Monte Rosa. Las aldeas, unidas por una densa red de senderos y caminos de herradura que aún hoy se pueden recorrer, se caracterizan por la estructura radial de los edificios: en el centro se encuentran la iglesia y las casas, alrededor de ellas los establos y, en general, los edificios para albergar animales y equipos.

Hoy en día el sector más desarrollado del pueblo es el turismo, gracias a las bellezas naturales y artísticas que el pueblo ofrece a los visitantes. Sin embargo, hasta el siglo pasado, la vocación de Bellano era la productiva. De hecho, había muchas fábricas asentadas en el territorio que, con sus altas chimeneas, inspiraron al escritor bellanés Antonio Balbiani el apodo de «Pequeña Manchester del Lario». Vendrogno, por su parte, ha pasado de una tradición ligada a la agricultura y la ganadería a una turística, sobre todo por su belleza natural: ya entre finales del siglo XIX y principios de la Segunda Guerra Mundial era un reconocido balneario mencionado en muchas guías. A pesar de ello, en los tiempos modernos se están redescubriendo las actividades de trabajo típicas de los pastos de montaña dispersos en la Muggiasca.